lunes, 10 de noviembre de 2008

La edad del robo

Volvían de alcanzar a Verónica a la casa de su novio. Era un precioso sábado a la noche de diciembre, apenas dos semanas antes de Navidad. El calor ya se apoderaba de la ciudad y el clima cálido sugería la pronta llegada de las ansiadas vacaciones y el merecido descanso.
En ese clima lleno de alegría y expectativas, la joven pareja retornaba a casa.
No entró la camioneta en el garage, ¿para qué? Si luego saldrían. Entonces, la estacionó en la calle enfrente de la casa. Antes de bajar, esperaron que los autos pasen, que desde su visión no eran más que unas líneas de luces constantes que no cesaban de transcurrir.
Y pasaban. Y esperaban. Ella abrió una puerta y se encontró con una de esas luces. Y con voces inentendibles. “Corré”, le dijo el novio. “¿Qué?” Ella no entendió. “Vení para acá, rápido”. Una de esas luminosidades brillantes se detuvo. No era sólo una luz. Leves gritos. Se sintió el ruido de un vehículo que se detuvo. Era una moto.
Él la alcanzó y corrieron. No eran las doce, ni ella era Cenicienta, pero se rompió su zapato. No entendió nada y no llegó a sostenerse. Cayó de lleno al piso. Sus rodillas sangraron, su frente, su nariz, sus codos, su pera, no siente el dolor. Él no se da cuenta que ella cayó. Le dice que se apure. Ya es tarde.
“Son chorros”, le dijo. Pero apareció sólo uno. No dijo nada. Los miró.
“¿Se la van a llevar a ella?” “¿Nos van a secuestrar?” “¿Quieren la camioneta?” “¿Quieren plata?” “¿Quieren entrar a la casa?”
Sostenía un arma tan grande que la debía agarrar con sus dos manos. Pero no les apuntaba, ésta se dirigía hacia el costado. Él pensó que le dispararía en el estómago, muy valiente se colocó delante de su novia y la protegió todo el tiempo.
Entonces él le preguntó: “¿que querés?”. “Todo lo que tengas, dale pibe”. Le entregó la billetera y las llaves de la camioneta.
Agarró todo y tiró las llaves. Las pateó, mejor dicho. Corrió y se subió a la moto enorme en la que su compañero lo esperaba.
El papá de él salió, preocupado, porque vio la camioneta estacionada y ninguno de ellos estaba. “Están muertos y quedaron tirados adentro”, pensaba. Cuando salió se encontró con uno de los ladrones que lo miró fijo y le preguntó: “¿acá vive el pibe?” Pensó lo peor.
Mientras tanto, los chicos corrían hacia la esquina, porque intentaban demostrar a los malhechores que allí no vivían, que se olviden de ellos, que no los vuelvan a atacar. Pero vio a su papá.
Se acercaron a la casa de nuevo. Estaban aún muy asustados. Se encontraron con la familia, trataron de tranquilizarlos. Justo pasó un patrullero, llamaron a los policías, éstos se acercaron y les comentaron que estaban buscando justo a “estos dos tipos: pelo largo y lacio, jovencito, casi adolescente delgado, tez blanca. Sí, son los mismos que esta noche ya hicieron más de 10 robos”. “¿Y qué hacen acá con nosotros, síganlos, se fueron para allá?” “Sí, si, claro.”
En la zona sur del Conurbano circula el mito de que los carteles de San Expedito son códigos que los policías y delincuentes comparte para compartir información sobre que zona está “liberada,” es decir, sin control policial y posible de ser asaltada a gusto y piacere.
Cada vez más, los vecinos notan este tipo de señalizaciones. Porque no es sólo el robo a mano armada, el hurto en la calle o la amenaza latente, es la sensación de estar vulnerados en lo más íntimo, esa percepción de ser tan pequeños frente a otros.
Es ese sentir de impotencia, incapacidad, falta de oportunidad de decisión. No somos dueños de nuestro propio destino, de la existencia que nos tocó, de la vida que transcurre. Porque precisamente todo puede concluir en un instante.
En este juego de idas y venidas, los funcionarios procuran atribuir responsabilidades entre las figuras de la policía. Tras una ola de hechos delictivos, muchos de ellos derivaron en asesinatos, el Ministro de Seguridad Bonaerense, Carlos Stornelli, dispuso el relevo del titular de la Jefatura Departamental Conurbano Norte y en su reemplazo designó a un alto jefe de investigaciones, Omar Nasrala.
Uno de esos hechos de violencia que movilizó a la población fue el asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea, cometido el 21 de octubre pasado en su chalet de la localidad de Acassuso donde también resultó herido uno de sus hijos. Por ese caso hay tres adolescentes detenidos. Ese mismo día, se produjeron otros dos violentos robos casi a la misma hora y a pocas cuadras de distancia de la casa del ingeniero.
La creciente ola delictiva registrada en la zona Norte del conurbano el mes pasado provocó que cientos de vecinos se concentraran el domingo 26 de octubre frente a la municipalidad de San Isidro en reclamo de seguridad. Igualmente el en la noche del jueves pasado, 30 de octubre, fue asesinado de un balazo en el Tigre el farmacéutico Raúl Alberto Lugones, de 36 años, durante un asalto.
Por otra parte, la provincia de Buenos Aires comenzó a estructurar redes de educación y capacitación con empresas y grupos sociales para la inclusión de 400 mil adolescentes y jóvenes, según anunció la semana pasada el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo.
De este modo, el gobierno de la provincia busca que los adolescentes y jóvenes excluidos del sistema estudiantil y laboral y que son propensos a terminar en la delincuencia, en una franja de 14 a 25 años, sean absorbidos en planes de capacitación que tengan al mismo tiempo salidas laborales previstas.Falta de inclusión en el mercado laboral, carencia de oportunidades, problemas educativos, adicciones son parte de una lista inmensa e interminable que amenaza todos los días a una porción importante de población. Entre esta maraña de causalidades e implicancias, la inacción conduce al descreimiento y, como un virus, la muerte y violencia se siguen esparciendo.

Guadalupe Piñeiro y Mariana Marcaletti

jueves, 6 de noviembre de 2008

A la deriva

El 26 de octubre pasado, cinco días después del asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea en su casa de San Isidro -supuestamente perpetrado por un menor de edad-, dos grupos de jóvenes se enfrentaron a balazos en el interior de la villa La Cava. Un adolescente de 15 años de edad quedó detenido. Por otro lado, su hermano de 21 terminó internado en el Hospital de San Isidro con un balazo en el tórax, mientras la Gendarmería y la policía bonaerense seguían discutiendo qué fuerza debía brindar seguridad en la zona. El hecho no tuvo repercusión mediática.
A las 20.15 del último domingo del mes, una serie de disparos sacudió a la villa. Provenían del pasaje de la calle Juan Clark, en el interior del asentamiento. Cuando los policías que vigilan la zona llegaron al lugar del hecho, vieron a dos grupos enfrentados, uno de dos jóvenes, y otro de tres, de entre 15 y 21 años, intercambiándose disparos con armas de fuego de corto calibre.
Cuando los adolescentes se percataron de la presencia policial, se dispersaron y corrieron en diferentes direcciones. El grupo de los tres muchachos fue el que llevó la peor parte: uno de ellos, Cristian –de 21 años- que vestía una remera celeste, bermudas de jean, zapatillas negras Nike y una visera azul, cayó al piso con una lesión en el tórax. Su hermano, de 15, vestía una remera manga larga verde oliva, bermuda beige, zapatillas blancas y gorrita naranja. Intentó escapar, pero fue alcanzado por Los oficilles.
Según el informe policial, al jovencito le incautaron un revolver plateado calibre 22 LR, de doble acción, con siete cartuchos. Debido a eso, deberá pasar varios días recluido en el Centro de Recepción de Menores Pablo Nogués.
Con tan solo 15 años, este muchacho delgado y de pelo corto, el menor de cinco hermanos, tuvo que vérselas con los uniformados por segunda vez en su vida.
Según pudo saber este cronista, no concurre al colegio y trabaja ocasionalmente con su padre, en albañilería. Como todo muchacho de la villa, tiene un fácil acceso a las drogas.
Su escolaridad se interrumpió a principios de año, cuando quedó libre. Ya había repetido octavo año. Y no solo abandonó el colegio, sino que también dejó el fútbol por las armas: desde pequeño jugaba al en el club Chacharita pero abandonó la actividad hace tres meses.
Claramente, es un joven desamparado que encontró en el delito lo que no pudieron darle otras instituciones. Según el examen psicológico que le hicieron en la comisaría: “Su nivel intelectual impresiona dentro del término de su edad y medio de estimulación.”
Qué le deparará la vida a este muchachito al salir del Pablo Nogués es una incógnita. Por lo pronto, lo que le dio el Estado lo llevó a la cárcel.
La Cava es un gigantesco pozo en el medio del Partido de San Isidro donde viven, según el registro oficial, entre 8 mil y 10 mil personas. Ocupa 24 manzanas y un paredón la separa de las mansiones del barrio. Esta dividida en 8 zonas y esta “gobernada” por la familia paraguaya de los Silva. El primer destacamento policial se instaló en 1999.
En este asentamiento, que podría ser considerado una localidad más del Partido, hay muchos de estos jóvenes cuyo porvenir es cada vez más oscuro. Sobre todo si para terminar con la inseguridad el gobernador de la provincia, Daniel Scioli, y el intendente del Partido donde esta radicada la villa, Gustavo Posse, consideran imprescindible bajar la edad de imputabilidad a los 14 años. Como si la solución a su exclusión del sistema sea borrarlos definitivamente del mapa.
Lo cierto es que allí están. Con apenas 15 años y armados.

La marcha sin el (ex) ingeniero

Se viene una marcha contra la inseguridad en la Quinta de Olivos. Más de sesenta organizaciones vecinales contra el delito están convocando vía mail a manifestarse frente a la residencia presidencial el domingo 9 a las 19 horas, con globos y pañuelos negros en señal de luto. Por diferencias de criterio, Blumberg organizará una movilización paralela en Plaza de Mayo a la misma hora, pero del jueves.
La ONG Mejor Seguridad y Vecinos en Alerta de Lomas del Mirador convocan a la primera manifestación. Esta es una fundación presidida por Constanza Guglielmi, hermana de una víctima de la inseguridad y ex candidata a diputada por el PRO en la provincia de Buenos Aires. Otras organizaciones, como el Foro de Ciudad Madero y Participación Ciudadana de Lanús también impulsar a ir. Por otro lado, asistirán las Madres del Dolor y fue invitado Juan Carr. Si bien no esta confirmada su presencia, desde su entorno creen que asistirá, ya que es vecino de Olivos. En total, hay más de sesenta agrupaciones vecinales que adhieren a la movilización.
Los manifestantes llevarán un petitorio a la quinta. Exigen que el Gobierno tenga un plan de inseguridad, ya que consideran que, hasta el momento, “solo hubo parches”. El petitorio incluye medidas a corto, mediano y largo plazo. Se reclama más presencia policial en lo inmediato y que se limiten las excarcelaciones. Entre los quince puntos del pedido, hay uno que solicita se declare la emergencia nacional para resolver lo que es “un problema social”, según afirmaron desde Vecinos en Alerta. Esta medida incluye información veraz sobre el mapa del delito, como también aumentar las penas para crímenes aberrantes y ayuda social para las familias de los presos.
La manifestación recibió el apoyo los opositores al oficialismo. Margarita Stolbizer ya acercó su adhesión, al igual que el PRO y el justicialismo disidente. Pero los organizadores no quieren “politizar” la marcha. Guglielmi afirmó que “hay que romper con el mito de que la inseguridad es de derecha”. Diferencias política son las ocasionaron que Blumberg marchara por su cuenta el próximo jueves 13. “Él está haciendo campaña”, dicen quienes irán el domingo.
Tomar medidas que requieren un costo político. Eso reclaman. Están en contra de bajar la edad de imputabilidad de los menores. Piden que la Policía entre en las villas de emergencia, donde “se esconden los ladrones. Sabemos que por eso hay un costo político, ya que las villas están manejadas por punteros políticos”. Si bien no generalizan, en Vecinos en Alerta afirman que los barrios precarios funcionan como aguantaderos de ladrones. Respecto de los menores, afirman que no pueden estar en la cárcel. Mencionan que hay una franja, entre los 14 y los 23, que anda “vagando”. Por eso, piden que se les brinde una enseñanza con “oficio y valores, como la educación que se perdió desde el ’83, si bien defendemos la democracia”.
La marcha arranca a las 19 horas. Quienes vayan darán una vuelta por la Quinta y luego lanzarán globos negros al aire que se esparcirán por todos lados, “tal como hacen los delincuentes”, dicen.

En la búsqueda

Sofía Herrera sigue sin aparecer. Ya van 39 días. Aumenta el conteo y también la desesperación. Edgar Fabián Herrera y María Elena Delgado, padres de Sofía, y el defensor de niños de Tierra del Fuego, Guillermo Gowland, quieren que se analicen fotos satelitales del día en que desapareció la pequeña. A su vez, se espera que un grupo de policías federales especializados en secuestros de menores de edad se sumen a la pesquisa, según dijeron fuentes locales.
Gowland, quien representa como querellante a la familia, reveló a DyN que una argentina que reside en Estados Unidos le ofreció gestionar con empresas estadounidenses la obtención de fotografías satelitales del 28 de septiembre sobre Río Grande, en busca de mayores pistas sobre el posible secuestro de la niña. En tanto que el intento por conseguir esas fotos por parte del juez de la causa, Eduardo López, había fracasado. Gowland relató que “la mujer se enteró del caso y, como tantas personas, se sintió conmocionada”. Pensó que las fotos podrían ayudar y se contactó con la Defensa de los Niños, Niñas y Adolescentes. En este momento se aguarda por la respuesta de las empresas estadounidenses para ver si cuentan con esas imágenes. La organización Missing Children de Argentina suma esfuerzos a la búsqueda. La foto de Sofía Herrera, como la de otros 138 niños perdidos, inunda el país. Según las estadísticas que maneja la organización, desde enero del 2000 se perdieron un total de 3526 chicos. Por otra parte, el porcentaje de chicos encontrados llega al 93% (3280 casos), aunque 54 de ellos no fueron hallados con vida. De los restantes, el 3% son casos que se cerraron por diversas causas, y el 4% final pertenece a los que aun se están buscando.
DyN