jueves, 6 de noviembre de 2008

A la deriva

El 26 de octubre pasado, cinco días después del asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea en su casa de San Isidro -supuestamente perpetrado por un menor de edad-, dos grupos de jóvenes se enfrentaron a balazos en el interior de la villa La Cava. Un adolescente de 15 años de edad quedó detenido. Por otro lado, su hermano de 21 terminó internado en el Hospital de San Isidro con un balazo en el tórax, mientras la Gendarmería y la policía bonaerense seguían discutiendo qué fuerza debía brindar seguridad en la zona. El hecho no tuvo repercusión mediática.
A las 20.15 del último domingo del mes, una serie de disparos sacudió a la villa. Provenían del pasaje de la calle Juan Clark, en el interior del asentamiento. Cuando los policías que vigilan la zona llegaron al lugar del hecho, vieron a dos grupos enfrentados, uno de dos jóvenes, y otro de tres, de entre 15 y 21 años, intercambiándose disparos con armas de fuego de corto calibre.
Cuando los adolescentes se percataron de la presencia policial, se dispersaron y corrieron en diferentes direcciones. El grupo de los tres muchachos fue el que llevó la peor parte: uno de ellos, Cristian –de 21 años- que vestía una remera celeste, bermudas de jean, zapatillas negras Nike y una visera azul, cayó al piso con una lesión en el tórax. Su hermano, de 15, vestía una remera manga larga verde oliva, bermuda beige, zapatillas blancas y gorrita naranja. Intentó escapar, pero fue alcanzado por Los oficilles.
Según el informe policial, al jovencito le incautaron un revolver plateado calibre 22 LR, de doble acción, con siete cartuchos. Debido a eso, deberá pasar varios días recluido en el Centro de Recepción de Menores Pablo Nogués.
Con tan solo 15 años, este muchacho delgado y de pelo corto, el menor de cinco hermanos, tuvo que vérselas con los uniformados por segunda vez en su vida.
Según pudo saber este cronista, no concurre al colegio y trabaja ocasionalmente con su padre, en albañilería. Como todo muchacho de la villa, tiene un fácil acceso a las drogas.
Su escolaridad se interrumpió a principios de año, cuando quedó libre. Ya había repetido octavo año. Y no solo abandonó el colegio, sino que también dejó el fútbol por las armas: desde pequeño jugaba al en el club Chacharita pero abandonó la actividad hace tres meses.
Claramente, es un joven desamparado que encontró en el delito lo que no pudieron darle otras instituciones. Según el examen psicológico que le hicieron en la comisaría: “Su nivel intelectual impresiona dentro del término de su edad y medio de estimulación.”
Qué le deparará la vida a este muchachito al salir del Pablo Nogués es una incógnita. Por lo pronto, lo que le dio el Estado lo llevó a la cárcel.
La Cava es un gigantesco pozo en el medio del Partido de San Isidro donde viven, según el registro oficial, entre 8 mil y 10 mil personas. Ocupa 24 manzanas y un paredón la separa de las mansiones del barrio. Esta dividida en 8 zonas y esta “gobernada” por la familia paraguaya de los Silva. El primer destacamento policial se instaló en 1999.
En este asentamiento, que podría ser considerado una localidad más del Partido, hay muchos de estos jóvenes cuyo porvenir es cada vez más oscuro. Sobre todo si para terminar con la inseguridad el gobernador de la provincia, Daniel Scioli, y el intendente del Partido donde esta radicada la villa, Gustavo Posse, consideran imprescindible bajar la edad de imputabilidad a los 14 años. Como si la solución a su exclusión del sistema sea borrarlos definitivamente del mapa.
Lo cierto es que allí están. Con apenas 15 años y armados.

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