Según un informe realizado por la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) y publicado en el mes de septiembre, en Argentina son más de 160 los niños menores de cuatro años que viven con sus madres presas en las cárceles. Por ello, sufren perjuicios en la salud y en el ámbito educativo.
Los chicos que viven encerrados en prisión son, en su mayoría, hijos de mujeres cuya culpabilidad aún no ha sido probada. Según el informe de la ADC, entre los niños que son criados en las cárceles de la Ciudad de Buenos Aires, seis de cada diez son hijos de mujeres que aún no tienen condena, y, de los que viven en prisiones bonaerenses, nueve de cada diez están en la misma situación.
Otro dato que se revela en el informe es que del total de las mujeres presas, el 72% se encuentra cumpliendo una prisión preventiva, y sólo el 17% sufrieron alguna condena. “Nuestro objetivo fue mostrar a las autoridades y a la población en general la problemática a la que se enfrentan las mujeres que viven en la cárcel con sus chicos y, particularmente, la situación en que se encuentran sus hijos. Pretendemos que ese análisis sirva para mejorar las condiciones educativas de los chicos” asegura Micaela Finoli, del área de Educación de la ADC.
Respecto de la situación de las mujeres presas embarazadas, Finoli afirma: “Al visitar las cárceles observamos que estas mujeres no están debidamente atendidas, no reciben todos los tratamientos médicos de rutina que un embarazo requiere, así como tampoco se les brinda una alimentación adecuada ni la contención psicológica debida”.
Pero quienes sufren en mayor medida son los menores que se crían en un ambiente de encierro y aislamiento. “Observamos problemas en la alimentación y la salud de los chicos. En lo que respecta a la educación, los niños deberían tener asegurado poder ir todos los días a clases, contar con material didáctico, un transporte diario a la escuela y que los docentes estén capacitados para atender a estos menores que, claramente, no están en la misma situación que los niños y niñas que no viven en el encierro” describe la abogada.
Por otra parte, esos chicos que se crían encerrados se ven afectados desde el punto de vista afectivo. “Para ellos tampoco hay libertad. Al encontrarse privados del padre y de la familia, hay un sustituto que no está presente. Por más de que tengan o no lugares de dispersión, la sensación es de falta, de ausencia” afirma María Logióvine, licenciada en Psicología.Las carencias a nivel material, educativo y familiar pueden traer, además, consecuencias para el futuro de los niños. Al respecto, sentencia Logióvine: “Los afecta seriamente el hecho de ver que la madre sufre y está pagando una culpa. Esto, por supuesto, trae a futuro una marca traumática para el niño”.
Los chicos que viven encerrados en prisión son, en su mayoría, hijos de mujeres cuya culpabilidad aún no ha sido probada. Según el informe de la ADC, entre los niños que son criados en las cárceles de la Ciudad de Buenos Aires, seis de cada diez son hijos de mujeres que aún no tienen condena, y, de los que viven en prisiones bonaerenses, nueve de cada diez están en la misma situación.
Otro dato que se revela en el informe es que del total de las mujeres presas, el 72% se encuentra cumpliendo una prisión preventiva, y sólo el 17% sufrieron alguna condena. “Nuestro objetivo fue mostrar a las autoridades y a la población en general la problemática a la que se enfrentan las mujeres que viven en la cárcel con sus chicos y, particularmente, la situación en que se encuentran sus hijos. Pretendemos que ese análisis sirva para mejorar las condiciones educativas de los chicos” asegura Micaela Finoli, del área de Educación de la ADC.
Respecto de la situación de las mujeres presas embarazadas, Finoli afirma: “Al visitar las cárceles observamos que estas mujeres no están debidamente atendidas, no reciben todos los tratamientos médicos de rutina que un embarazo requiere, así como tampoco se les brinda una alimentación adecuada ni la contención psicológica debida”.
Pero quienes sufren en mayor medida son los menores que se crían en un ambiente de encierro y aislamiento. “Observamos problemas en la alimentación y la salud de los chicos. En lo que respecta a la educación, los niños deberían tener asegurado poder ir todos los días a clases, contar con material didáctico, un transporte diario a la escuela y que los docentes estén capacitados para atender a estos menores que, claramente, no están en la misma situación que los niños y niñas que no viven en el encierro” describe la abogada.
Por otra parte, esos chicos que se crían encerrados se ven afectados desde el punto de vista afectivo. “Para ellos tampoco hay libertad. Al encontrarse privados del padre y de la familia, hay un sustituto que no está presente. Por más de que tengan o no lugares de dispersión, la sensación es de falta, de ausencia” afirma María Logióvine, licenciada en Psicología.Las carencias a nivel material, educativo y familiar pueden traer, además, consecuencias para el futuro de los niños. Al respecto, sentencia Logióvine: “Los afecta seriamente el hecho de ver que la madre sufre y está pagando una culpa. Esto, por supuesto, trae a futuro una marca traumática para el niño”.
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