“Hace veinte días que no aparece”. Directo, sin anestesia, Ramón le comunicó la mala nueva a Ana María. En varias ocasiones, ella llamó para preguntar por el paradero de su hijo desde su hogar de González Catán, en el partido bonaerense de La Matanza.
El hombre en cuestión es Oscar Horacio Romero, de 26 años, quién desapareció de la casa en la que vivía con su concubina, Romina.
Su suegro, Ramón, se encargó de informarle a la madre, Ana María, quien nunca le creyó y al día de hoy no entiende cómo tardaron en avisarle.
Todo sucedió en mayo, 1999. La policía ubica el hecho entre la madrugada del lunes 3 y el martes 4. Ana María buscó en las comisarías algún dato que le permitiera saber lo ocurrido.
Terminó en la comisaría Quinta de su barrio. Le enseñaron varias fotos de personas fallecidas en enfrentamientos con la policía. Hasta que, luego de estallar en gritos, encontró la de su hijo: estaba en el cementerio de Villegas, a un costado de la Ruta Nº 3. Pidió una y otra vez reconocer el cuerpo. No la dejaron. Oscar había sido enterrado como NN. A ella le costaba creer cómo tardó tanto en enterarse que su hijo fue asesinado por la policía.
La versión oficial no la conforma. Oscar había perseguido por la calle a Haydee Ruiz Díaz, una agente de la Policía Federal que volvía de trabajar. Supuestamente, la interceptó para robarle y luego forcejearon.
En el intento, la oficial le disparó con su arma. Él escapó herido. Según la policía, tras lo sucedido se enfrentó a tiros con unos agentes que lo interceptaron.
Se cree que él disparó con el arma de Ruiz Díaz. Los agentes de la bonaerense disparan en su contra y lo liquidan. La autopsia lo describe fríamente: cuatro disparos, todos a la altura del pecho o superior. Tiraron a matar.
En toda autopsia, los forenses realizan una descripción exhaustiva del cuerpo. Cada fisonomía es volcada al informe con detalle. Características corporales, marcas o cicatrices. Proceden a analizar cada centímetro del cadáver.
Entre otras cosas, abren el cráneo, cortan el cuero cabelludo de un extremo a otro, por la parte superior, de oreja a oreja. La parte anterior se repliega sobre la frente y la posterior sobre el cuello. Luego, se abre la bóveda para extraer masa encefálica. Siempre se realiza este procedimiento.
Oscar Romero sufrió un accidente automovilístico años atrás, el cual le dejó una marca importante en su cara, casi como una abolladura en un auto. Tenía un pómulo levemente hundido. Nada de esto figura en el informe forense. Cuatro años más tarde se desenterraron los restos para llevarlos a un nicho. Del cuerpo sólo quedaban los huesos. El cráneo estaba intacto.
Por ello, es que Ana María hoy sostiene que el cuerpo que enterraron, y presentaron como su hijo, en realidad no es él. Su hijo se llevaba muy mal con la familia de su pareja. En ese sentido apuntan sus acusaciones.
El hombre en cuestión es Oscar Horacio Romero, de 26 años, quién desapareció de la casa en la que vivía con su concubina, Romina.
Su suegro, Ramón, se encargó de informarle a la madre, Ana María, quien nunca le creyó y al día de hoy no entiende cómo tardaron en avisarle.
Todo sucedió en mayo, 1999. La policía ubica el hecho entre la madrugada del lunes 3 y el martes 4. Ana María buscó en las comisarías algún dato que le permitiera saber lo ocurrido.
Terminó en la comisaría Quinta de su barrio. Le enseñaron varias fotos de personas fallecidas en enfrentamientos con la policía. Hasta que, luego de estallar en gritos, encontró la de su hijo: estaba en el cementerio de Villegas, a un costado de la Ruta Nº 3. Pidió una y otra vez reconocer el cuerpo. No la dejaron. Oscar había sido enterrado como NN. A ella le costaba creer cómo tardó tanto en enterarse que su hijo fue asesinado por la policía.
La versión oficial no la conforma. Oscar había perseguido por la calle a Haydee Ruiz Díaz, una agente de la Policía Federal que volvía de trabajar. Supuestamente, la interceptó para robarle y luego forcejearon.
En el intento, la oficial le disparó con su arma. Él escapó herido. Según la policía, tras lo sucedido se enfrentó a tiros con unos agentes que lo interceptaron.
Se cree que él disparó con el arma de Ruiz Díaz. Los agentes de la bonaerense disparan en su contra y lo liquidan. La autopsia lo describe fríamente: cuatro disparos, todos a la altura del pecho o superior. Tiraron a matar.
En toda autopsia, los forenses realizan una descripción exhaustiva del cuerpo. Cada fisonomía es volcada al informe con detalle. Características corporales, marcas o cicatrices. Proceden a analizar cada centímetro del cadáver.
Entre otras cosas, abren el cráneo, cortan el cuero cabelludo de un extremo a otro, por la parte superior, de oreja a oreja. La parte anterior se repliega sobre la frente y la posterior sobre el cuello. Luego, se abre la bóveda para extraer masa encefálica. Siempre se realiza este procedimiento.
Oscar Romero sufrió un accidente automovilístico años atrás, el cual le dejó una marca importante en su cara, casi como una abolladura en un auto. Tenía un pómulo levemente hundido. Nada de esto figura en el informe forense. Cuatro años más tarde se desenterraron los restos para llevarlos a un nicho. Del cuerpo sólo quedaban los huesos. El cráneo estaba intacto.
Por ello, es que Ana María hoy sostiene que el cuerpo que enterraron, y presentaron como su hijo, en realidad no es él. Su hijo se llevaba muy mal con la familia de su pareja. En ese sentido apuntan sus acusaciones.
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